Por Marilia Baquerizo Sedano
Una mañana de enero de 1952, un grupo de policías entró a la casa de Alan Turing (1912). Tenían como objetivo investigar un robo que él había denunciado días antes, pero terminaron encontrando pistas de lo que, para la época, en Gran Bretaña, era un delito mayor: la homosexualidad. Turing, el matemático considerado padre de las ciencias de la computación, era homosexual y mantenía por ese entonces una relación amorosa con un joven de 19 años. Los condenaron a ambos por cometer “indecencia grave” y según la sección 11 de la ley de enmienda al código penal de 1885, procedía el encarcelamiento o la libertad condicionada a castración química, Turing escogió lo segundo.
La castración química es un procedimiento médico que consiste en inyectar antiandrógenos, usualmente, la versión sintética de estrógeno o progesterona, éstas son hormonas femeninas que hacen que disminuya el nivel de testosterona, la hormona masculina más importante. Ello causa la disminución de la libido, y como efecto secundario, ginecomastia (crecimiento de las glándulas mamarias), disfunción eréctil y aumento de la probabilidad de tener enfermedades cardiovasculares y osteoporosis. En una carta dirigida a un amigo, a propósito del vapuleo químico que vivía, Turing escribió: “He tenido un sueño que me ha revelado de forma bastante clara que me estoy convirtiendo en heterosexual, aunque no lo acepto con mucho entusiasmo, ni despierto ni en sueños”.
¿Se pueden eliminar los deseos vinculados a la sexualidad químicamente? Sí, pero esto termina derrumbando a la persona. Si somos como una torre de bloques, la sexualidad es un bloque ubicado probablemente en el centro y en la base, es un componente importante de nuestra identidad. Según algunos biógrafos, Turing cayó en depresión tras haber iniciado la castración química, y dos años después, la tarde del 8 de junio de 1954, fue encontrado en su domicilio sin señales de vida. Quien lo encontró fue Eliza Clayton, su ama de llaves. Cuando ella entró a la casa de Turing, le llamó la atención la luz encendida del dormitorio y los zapatos cuidadosamente colocados fuera de la puerta; ya en el dormitorio, vio que Turing estaba con pijama y tenía espuma alrededor de la boca.

Clayton llamó a la policía, y éstos observaron al costado del cuerpo de Turing media rebanada de manzana con varias marcas de mordiscos, también detectaron en el ambiente un fuerte olor a cianuro. Entonces plantearon como hipótesis de muerte: suicidio por envenenamiento con cianuro puesto en una manzana. La investigación oficial de la muerte de Turing reporta muchos vacíos, por eso se ha cuestionado la hipótesis del suicidio, su madre creía que fue una muerte accidental y hay quienes sostienen que se trató de un asesinato. Probablemente no se llegue a saber la verdad, pero la historia de Turing es un buen punto de partida para reflexionar sobre la vulneración de los derechos de las personas LGTBIQA+ y la relación entre diversidad sexual y autismo, porque ¡sí!, además de ser homosexual, Turing era autista.
Según un análisis biográfico realizado por Henry O’Connell y Michael Fitzgerald (2003), desde temprana edad Turing mostró fascinación por la ciencia y las matemáticas, y tenía un buen desarrollo cognitivo, pero dificultades significativas en la interacción social y la comunicación. Además, tenía rutinas bien establecidas, como la de comer una manzana antes de dormir, tal como hizo la noche de su muerte. Como hay evidencia de esto, para los investigadores, Turing tendría lo que antes se denominaba “Síndrome de Asperger” (Trastorno del espectro autista – nivel 1). No es atípico encontrar a una persona autista que además sea LGTBIQA+. De hecho, la identidad de género y la orientación sexual tiende a ser más variada entre las personas autistas que en la población general.
Un estudio enorme, que incluyó a más de 640 mil personas en Reino Unido, encontró que las personas de género diverso obtienen una puntuación más alta en puntajes de rasgos autistas, sistematización y sensibilidad sensorial (Warrier et al., 2020). Otro estudio, el más grande hasta el momento sobre orientación sexual de adultos autistas (Weir et al., 2021), mostró que los hombres autistas son más propensos a ser bisexuales y las mujeres autistas son más propensas a ser homosexuales (en comparación con los hombres y las mujeres no autistas). También, hay estudios que refieren un número importante de personas autistas queer y de género no binario, quienes huyen del binarismo masculino/femenino.
Para Lydia Brown, una experta en derechos de las personas con discapacidad es presumible que, “si ya te desvías de la norma de alguna manera, te desvíes de otra manera más: donde la norma es ser blanco, capaz (es decir, sin discapacidad) y cisgénero (cuando la identidad de género coincide con el sexo biológico)”. Lamentablemente, salirse de la norma de dos o más formas aumenta la probabilidad de discriminación y exclusión. A muchas personas autistas se les quita sin más el bloque de su sexualidad, tan fundamental para su identidad personal. Y esto, trae como consecuencia la vulneración de sus derechos y libertades fundamentales. Derechos como el acceso a servicios de salud y educación sexual, tan importantes para una vida plena y libre de abuso (se sabe que las personas autistas tienen mayor riesgo de sufrir de abuso sexual).
Volviendo a la historia de Turing, en diciembre del 2013, tras una intensa campaña de 4 años liderada por el científico John Graham-Cumming, la reina Isabel II le otorgó el “perdón real”. En el debate público se hizo énfasis en que Turing cumplió un papel importante en la Segunda Guerra Mundial (descifró el Código Enigma alemán) y por eso, era lo que correspondía. A decir verdad, hubiera sido mejor no otorgar el “perdón real” sino pedir perdón, a Turing y todos aquellos que fueron condenados por la misma razón. Y ese perdón debía ir acompañado de reparación, a través, por ejemplo, de la implementación de políticas para resguardar los derechos de la comunidad autista y LGTBIQA+ en el presente. La diversidad en cuanto a la identidad de género y la orientación sexual, y la diversidad neurológica, propiamente asociada al autismo, son como dos arcoíris que se superponen, son dos espectros amplios y heterogéneos que existen naturalmente y que vale la pena apreciar.