Por Patricia Tauma
La escritura como una aventura fue la consigna de Oswaldo Reynoso, un escritor cuyas obras se contextualizan en una sociedad develada sin puritanismos.
A partir de los años cincuenta, en el siglo pasado, el bar Palermo de Santiago Kuniyoshi, ubicado en la segunda cuadra de La Colmena, cerca al parque Universitario, fue uno de los puntos de encuentro predilectos de un grupo selecto de intelectuales y artistas, entre jóvenes y experimentados, tales como Javier Heraud, José María Arguedas, Gonzalo Rose, Aníbal Quijano, Raúl Porras Barrenechea, Julio Ramón Ribeyro, Víctor Humareda, etc. En ese lugar, un cliente asiduo y solitario Martín Adán, le dijo a Oswaldo Reynoso: “He leído con mucha atención su libro, y con mucho miedo. Un escritor como usted va sufrir mucho”. El joven arequipeño de aquel entonces, contó a sus amigos ese encuentro con el poeta controvertido y sentenció: “Yo no voy a sufrir como él. A mí nadie me va doblegar”.
Los Inocente. Relatos de Collera, se publicó por primera vez en 1961 con un tiraje de mil ejemplares a cargo de la editorial Rama Florida del poeta Javier Sologuren. La segunda edición, se publicó en 1963 dentro de la edición de Populibros del escritor y gestor cultural Manuel Scorza, el nuevo título que se le asignó fue Lima en Rock (los Inocentes), imprimiéndose cinco mil ejemplares. En las décadas siguientes, se publicaron otras ediciones supervisadas por el mismo narrador.
José María Arguedas, en el bar Palermo, presentó Los Inocentes con elogiosas palabras, donde también participó como espectador Martín Adán entre otros personajes ilustres de ese tiempo. El escritor andahuaylino escribió una reseña premonitoria, en el suplemento cultural El Dominical, del diario El comercio con el título de: Un narrador para un nuevo mundo. Arguedas mencionó que Reynoso empieza el ciclo de una obra importante para la literatura como para el estudio de los problemas sociales de la capital.
Sin duda, el apoyo que le brindó el tayta al maestro cantuteño en sus inicios literarios fue vital porque lo acercó a la literatura peruana desde otra óptica y en especial al folclor que no había tenido la oportunidad de conocer en Arequipa. En la cumbre de su trabajo literario, ese aprendizaje le sirvió bastante a Reynoso para realizar con éxito la promoción de sus obras en los diversos viajes al variopinto interior del país. Tuvo predilección por dar charlas en las zonas rurales y marginales porque creía en la democratización de la enseñanza.
Oswaldo Reynoso tuvo fuertes críticas por la publicación de la obra que retrataba las aventuras de la collera marginal liderada por Choro Plantado. Uno de sus principales detractores fue José Miguel Oviedo, sin embargo, Reynoso fue defendido por Sebastián Salazar Bondy, Washington Delgado, Manuel Baquerizo y otros reconocidos académicos más que apostaron por la nueva propuesta de estilo en la narrativa peruana.
El escritor Miguel Gutiérrez señala que Los Inocentes es la prueba de la garra de un escritor que no teme meter las manos en el fuego al escribir una prosa que fascina o irrita al lector. Uno de los méritos de Oswaldo Reynoso es introducir la jerga y habla juvenil en la narrativa peruana, así como el uso de la adjetivación, el empleo de imágenes en la descripción del paisaje urbano y la puntuación con fines estilísticos.
Como buen educador, Reynoso estaba convencido de que la lectura placentera, implica de por sí la lectura crítica que permite reconocer la realidad y la diversidad cultural de nuestra nación, así como la adquisición de conocimientos y la identificación de los problemas más vitales del país. En una entrevista[1] concedida a la crítica literaria Gladys Flores Heredia, Oswaldo Reynoso enfatizó:
Un proyecto de plan lector que reconozca la realidad y el contexto donde será puesto en marcha debe tomar en cuenta fundamentalmente la literatura nacional […] la lectura no sólo sirve para evaluar, sino para conocer el mundo; si sirve para conocer los problemas de nuestro país, mejor. (2013:114)
Oswaldo Reynoso fue un maestro muy didáctico con una visión humanística y de gran apertura a sus estudiantes, sin sesgos de clase, ni de lugar de origen. Las y los jóvenes escritores que se acercaban a él, para entregarles sus incipientes trabajos literarios, recibían recomendaciones y correcciones minuciosas con las pautas específicas para mejorar sus escritos. Reynoso, no fue mezquino al compartir sus conocimientos, por el contrario, motivó la creación literaria con la pasión y la vehemencia que lo caracterizó hasta los últimos días de su vida. Varios de sus discípulos ahora son escritores consagrados o se encuentran en el camino de forjar una trayectoria profesional en el ámbito literario.

Cuando publicó la novela En octubre no hay milagros en 1965, dentro de la sociedad limeña mojigata de los años 60’, surgieron detractores que censuraron y quemaron su libro en una procesión e incluso elaboraron un memorial al Ministerio de Educación pidiendo que le anulen el título pedagógico por la osadía que tuvo al tocar temas tan polémicos considerados tabús dentro del imaginario limeño del siglo pasado. Reynoso, que se encontraba ejerciendo la docencia en Venezuela, ante la avalancha de críticas injustas no se amilanó, como buen arequipeño, enarboló con orgullo sus actos y nunca desistió a la lealtad de sus principios.
El autor de En octubre no hay milagros, no pretendió disfrazar la realidad, sus narraciones son el producto de una vivencia directa porque para él no existía una separación entre la literatura y la vida. Vargas Llosa expresó que la novela de Reynoso no es pornográfica ni obscena, es un libro de crudeza fría y áspera, como la realidad que la inspira y tiene los altos méritos de la insolencia y de la ambición.
A inicios de los 80’, Vargas Llosa intercedió para la liberación de Reynoso cuando fue detenido injustamente poco antes de su regreso a China. El nobel peruano reconoció el aporte literario del narrador pedagogo. El aprecio mutuo intelectual primó, pese a que discreparon en muchas ocasiones por sus diferentes posturas ideológicas.
Oswaldo Reynoso reclamó siempre las ganancias que le correspondían por derechos de autor, motivo por el cual, no tuvo una buena relación con los representantes de varias editoriales trasnacionales que estaban interesados en publicar sus obras, pero que no estaban dispuestos a pagar el precio solicitado. Por eso, Reynoso prefirió publicar en empresas editoriales independientes que sí le abonaban las justas regalías obtenidas por la venta de su trabajo creativo, o en algunos casos, él mismo autogestionaba la publicación de sus libros porque quería que llegaran a todas las regiones del Perú, sin discriminación alguna.
La orientación sexual de Reynoso tampoco fue un impedimento que lo limitó, ni desmereció su talento literario, ni su vocación de enseñanza, fue un aspecto personal que cuidó con recelo dentro de su vida privada que su entorno más cercano conocía y respetaba. Reynoso, en una entrevista[2] que le hizo el escritor Enrique Planas, mencionó lo siguiente sobre su preferencia sexual e ideología política:
Yo era izquierdista por principio, pensaba que era la única solución. Que hubiera personas homofóbicas que daban clases de moral, no me interesaba. No les hice caso. Nunca he pertenecido a un partido político. Nunca he querido hacer carrera en la política. […] No tengo secretos. Pero yo no voy preguntado a la gente si es heterosexual. Sería ridículo. De la misma, manera, cuando me presento, no tengo que estar diciendo que mi orientación sexual es una u otra. No tengo que estar promulgándolo. (2011)
A diferencia de muchos artistas actuales que usan su opción sexual como una principal carta de presentación, Oswaldo Reynoso no sintió la necesidad de exponer su intimidad, no quiso dar carroña a sus detractores, se distinguió por ser un escritor rebelde adelantado a su tiempo, seguro de lo que hacía, sin doblegarse ante la opresión. Con el paso de los años, el producto de su trabajo literario comprometido y constante, lo catapultó como gran baluarte de las letras peruanas.
[1] La entrevista corresponde a un artículo publicado en el libro Oswaldo Reynoso, la buena educación (2013), que fue auspiciado por las siguientes instituciones: El Fondo Editorial de la Academia Peruana de la Lengua y El Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Mayor de San Marcos.
[2] “Oswaldo Reynoso, declarado Inocente” (2011), entrevista que realizó Enrique Planas por el homenaje de los 50 años de la publicación de Los Inocentes.