Zein Zorrilla (Huancavelica, 1951) es un provecto y experimentado escritor. Su novela “Carretera al purgatorio” (2003) le hizo ganador del Premio Internacional de Novela “La ciudad y los perros” y ha incursionado en el cuento y el ensayo. En este último género, su saga “El mestizo de los Andes y su destino” es una propuesta de la historia del Perú desde la mirada mestiza. Fue homenajeado en la XII Feria de Libro de Huancayo y en esta entrevista reflexiona sobre su oficio y su poética.
¿Por qué escribe Zein Zorrilla?
Se pueden decir tantas cosas. Hay una necesidad de ordenar las ideas, de conocerse más uno mismo y conocer más su tiempo y su circunstancia. Y curiosamente la escritura ayuda mucho a organizar ideas, llevar impresiones a ideas y entrar a otro nivel, un trabajo de aprehensión de la realidad. Luego de eso uno mismo comienza a sorprenderse de estar descubriendo otra dimensión de la realidad a través de la escritura. Uno podría escribir correspondencia, cartas, diarios, sin mayor pretensión, pero no pasa eso, sino que uno está inmerso en un medio cultural y ese medio suministra y nutre con novelas, cuentos, diarios, correspondencia, ensayos, etc. Y sin darse cuenta uno está leyendo La rebelión de las masas y empieza a encontrar símiles de realidades que encontró José Ortega y Gasset con la realidad que le rodea. Entonces usted comienza a tomar notas, en cuadernos y empieza a dialogar con Ortega y Gasset. Más tarde, usted lee a Mariátegui, Arguedas y empieza a dialogar con ellos y en ese diálogo va surgiendo la escritura. A Arguedas le preguntaron en alguna época por qué había comenzado a escribir y él dijo que le irritó que se retratara al indio no como él lo conocía; entonces ahí surge una pequeña pretensión del hombre que dice: yo he visto que esto no es así, es diferente. Entonces uno empieza a escribir.
¿Cómo surge la poética del mestizo?
Eso fue muy curioso. Yo nací en Ancco, Tayacaja, un pueblito muy pequeño. La casa de mis padres era la única mestiza en un entorno indígena. El pueblo más cercano estaba a tres kilómetros de donde yo nací y allí me inscribieron. Un pueblo mestizo con un habla bilingüe, español-quechua. Los mestizos están socialmente mejor ubicados, van a tener medios de producción, haciendas, o fundos, o huertas; los cargos administrativos y políticos lo van a desarrollar ellos y ciertamente hay una plebe indígena ligada a las haciendas. El mundo era así hasta que tuve 5 años. Pero cuando salgo a Huancayo yo me encuentro con una realidad diferente. En Huancavelica, los indígenas llamaban “niño” al mesticillo. Usted era el niño tal o cual; pero llegaba a Huancayo y encontraba mujeres con pollera, del campo y para ellas no había niño que valga. Ellas podían estar hablando solo quechua y estar descalzas, pero no se inclinaban ante nadie.
Cuando comienzo a escribir lo hago sobre gente que conozco, esos mestizos de habla hispánica, pero con problemas muy entroncados con el mundo indígena. Muchos de ellos tienen esposas indígenas, otros vienen de hogares indígenas, otros se han indigenizado. Yo tenía unos tíos que andaban con ojotas, vivían con sus cabras en la punta de los cerros, con la bola de coca en los cachetes y encima descalzos. Eso me fascinó. Por otro lado, había jóvenes mestizos que estudiaban en las universidades de Lima, regresaban a la sierra, se enamoraban de indiecitas, dejaban todos los estudios y se iban con las indiecitas, se indigenizaban. ¿Qué significaba eso? Era un enigma social y cultural que nos marcaba. Por otro lado, en la quebrada se prohibía leer demasiada ficción casi como al Quijote porque muchos de los que leían ficción terminaban medio locos.
¿Quién prohibía?
Los padres, el medio social, ridiculizaban la mucha lectura. Te decían te vas a volver loco como fulano o mengano. ¿Quiénes eran esos modelos a no seguir? Gente que de pronto empezaba a buscar un amor imaginario. Eran hijos de hacendados, decían fulana me espera en tal sitio. Y sus peones iban llevando depósitos con chicha porque en ese lugar estaba la amada del patrón y llegaban y les decían, no ahora está en tal sitio y al final terminaban en un islote en medio del río Mantaro y muchos murieron así. Estas presencias eran sorprendentes, fascinantes pero cuyo significado uno no podía penetrar. El mundo era ese. Entonces empecé a hacer cuentitos con los personajes que yo conocía.

¿Cuál es su mirada sobre la literatura indígena de Ventura García Calderón y toda esa generación cuyo indio fue un estereotipo que se conserva hasta hoy?
En nuestro medio la literatura fue tomada como un testimonio de la realidad cuando no necesariamente tenía que serlo. He visto un estudio que se hace del año 20 hasta el 50 y se basa en las novelas. Dice: en Ciro Alegría este personaje hace tal cosa y eso demuestra la explotación. Yo digo: oye no puedes tomar la ficción como demostración de la realidad, es otra cosa, los objetivos del ficcionador son otros. Ventura García Calderón, López Albujar pretendieron dar una visión del indígena y se impuso. Era la visión que el sistema necesitaba, de ridiculizar al indígena. Hay tres fenómenos en la historia peruana dentro del cual se inscribe este tipo de narrativa: uno más o menos está entre 1900 y 1930 de grandes luchas campesinas, sobre todo cuando la lana se fue arriba en el sur; terrenos y eriazos cobraron valor y se convirtieron en objetos de disputa de hacendados y comunidades y enfrentamientos muy fuertes, se formaron pueblos nuevos, la famosa república de Huancho Lima que declaró su independencia, su himno y pidieron reconocimiento. Hubo un proceso de indigenización muy fuerte guiado por el movimiento indigenista de Cuzco, Puno. Luego, a partir de los años 30, después de Sánchez Cerro, con el ingreso de Benavides, el fachismo en Sudamérica y el retorno de Riva Agüero de España lleno de títulos nobiliarios toman San Marcos y la Católica y empieza un proceso de re-hispanización y se expulsó todo lo que era indígena. Los que quedaron ahí como Valcárcel tuvieron que renunciar a su prédica de tempestad en los andes. A Julio C. Tello también lo relegaron y arriba se pusieron Riva Agüero, Porras Barrenechea, sin ser un gran creador, ni siquiera historiador, fue un monografista muy hispanófilo en cuyo entorno se creó una corriente hispanizadora. En ese escenario se valoró todos aquellos textos de ficción que se publicaran, no se le dio valor a los Vega Seminario, a Arturo Hernández, se los refundió y se dio valor a aquellos que ridiculizaban al indio.
¿Qué autores han sido influyentes para usted y su obra?
Estudié en San Isabel en Huancayo en 1965 y llevábamos un curso de literatura. Nos obligaban a leer literatura española, era parte del currículum, a buena parte de poetas y narradores del siglo de oro. Pero de pronto alguien trajo un librito que era “Agua”. Lo leímos y nos dejó pasmados. Era un mundo no tan parecido al que conocíamos en Huancayo ni en la quebrada, pero era un mundo más profundo que eso. Luego comenzamos a leer los libros que llegaban, sin mayor criterio. Los únicos libros que encontraba en el entorno eran los libros de TOR de Buenos Aires en el mercado de Huancayo; también, las revistas Life, compraba Selecciones y me enteraba de otros escritores. Nunca pensaba escribir ni nada. Cuando llegué a Lima me fui a comprar los libros de la editorial TOR de Buenos Aires a La Parada, que fue mi primera abastecedora de libros. De pronto encuentro a un barbudo con una novela, Por quién doblan las campanas, el rostro del barbudo y el título de la novela me cautivaron. Comencé en adelante a leer todo lo de él, era un lenguaje sencillo, altamente elaborado. Era una sencillez aparente que venía de una escuela de grandes técnicos que era Sherwood Anderson, Gertrude Stein, todos ellos estaban detrás y obviamente el ejemplo logrado y consumado era Hemingway que priorizaba trabajar con sustantivos y verbos y evitaba los adverbios, conjunciones. Usted puede ver el primer párrafo de Adiós a las armas es para caerse del catre, una llaneza y una sencillez para narrar cómo caen las hojas de los árboles y la nieve y el ruido que hacen las botas de los soldados que pasan caminando. Luego me di cuenta que eso que estaba narrando era una metáfora y que todo lo que venía eran más metáforas dije aquí hay otra cosa, otro nivel literario. Comencé a leer más a Hemingway, me propuse leer todo de él cuentos, novelas, biografías, ensayos sobre él. En una época fui Hemingway día y noche. Después de eso, todo lo de Anderson y Stein. Ella era una científica del lenguaje, llegó a cosas extremas, no le interesaba hacer cuentos y novelas, le gustaba explorar las posibilidades de la expresión escrita. Eran experimentos que tuvieron su correlato poético con Ezra Pound y T.S. Eliot a quienes comencé a leer por esa época. Eso me remitió a la poesía inglesa del siglo XIX. Para entonces yo estaba trabajando en Cerro de Pasco y trabajaba desde 6 de la mañana hasta las 7 de la noche, volvía a mi habitación y me había conseguido un tomo de poesía inglesa del XIX con Swinburne, entonces comencé a traducir sus poemas, me propuse eso, me compré un cuaderno y en las noches me puse a traducir poesía inglesa, por el placer de lo que se podía capturar, de qué cosa veía esta gente, sumando eso a lo que yo estaba escribiendo, más esta influencia que no tenía nada que ver con mi entorno.
(Aquí vale la pena detenerse en algo. Qué hace que un texto sea literatura y otro no. Por qué un párrafo del Quijote es literatura y por qué una página de El Comercio no lo es siendo los dos hechos con letras. Obviamente hay todo tipo de respuestas, unos dicen la belleza estética, yo hasta ahora no sé qué será eso. Para mí el texto tiene que comunicar algo y tiene que conmover, la belleza estética si es que la hay, en mi opinión, viene por su propio peso). No se puede escribir buscando la belleza estética, uno tiene que comunicar algo, poder llegar al lector, convocando y despertando emociones).
¿Lee literatura peruana actual? ¿Qué le parece?
Leo autores peruanos últimamente de casualidad. Estuve en una feria de Huancayo hace tres años y un jovencito se acercó y me alcanzó tres libros suyos, muy tímido. Me desperté 4 de la mañana y empecé a ojear uno de estos, me capturó y me leí todos los cuentos, quién es este, dije. Leí otros que no me llegaron tanto, pero en mi opinión es uno de los más grandes escritores del centro en este momento: Ugo Velazco.
Después una vez que visité Curahuasi, el cañon del Apurímac. Le comenté a un amigo cómo me había maravillado ese paisaje. Y me dijo, ah sobre eso hay una novela que es Aquí están los Montesinos. Le dije que yo la había visto pero pensé que era sobre Vladimiro Montesinos. No, me dijo, había una familia allá. Leí la novela en una noche, es una novela que tiene una nota de 16 o 18 sobre 20. La gran epopeya de una familia en esa región.
(Odría era hijo de un administrador de hacienda en Tarma, más o menos clase alta tarmeña. Cuando muere su padre, su madre decide llevarlo a Lima y se lo trae al Rímac a la casa de su padre y ahí se alojan, no tienen dónde irse. Él se presenta en el colegio militar y todos los días tiene que caminar desde el Rímac hasta cierta zona a tomar su travía al colegio militar, así se hace militar y asciende. Cuando él va ascendiendo y las circunstancias lo favorecen, da el golpe y es presidente él no fue aceptado por la élite criolla que manejaba el país, no, él era un serrano sin el rose europeo que tenía Benavides. Dice la leyenda que Odría llega a palacio y despide al cocinero de comida francesa, archiva la carroza donde se paseaban los presidentes, jubila al músico que tocaba a Mozart acompañando las comidas en palacio y se lleva a la Liga Tarmeña para que canten en palacio y su esposa doña María León de Odría se trae a los Dávalos y le hacen tal éxito que los Dávalos no volvieron más a Arequipa. Ese era Odría, el hombre que hizo preparar pachamancas en palacio. Había prohibido leer libros que propiciaran la desunión entre hermanos y con ese nombre no entró ni el Capital, ni se reeditó a Mariátegui. No se leyó nada. 100 mil serranos llegábamos a Lima por año).
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Si cada escritor en ejercicio hiciera un recuento de cómo llegó a la escritura, tendríamos un derrotero por donde transitar por la Ficción o a la sencilla y perdurable costumbre de escribir un Diario bien llevado. Periodismo bien llevado, como en Si cada escritor en ejercicio hiciera un recuento de cómo llegó a la escritura, tendríamos un derrotero por donde transitar y dejar de ver en la universidad como el único camino para llegar a la Historia, la Ficción o a la sencilla y perdurable costumbre de escribir un Diario bien llevado. Que esta entrevista brote al filo del Mantaro en Huancayo, hace que volvamos a creer y afirmar que, Perú adentro, es de donde sale la buena noticia con esperanza.